“La palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha”.
Michel de Montaigne.
Citar, o asumir de forma consciente y clara los referentes sin los cuales no se podría hacer y pensar lo que se piensa y hace, es un ejercicio de los más productivos. No sólo porque uno se inscribe en un espacio-tiempo, o porque se posiciona frente a algún tema, sino porque la cita es una herramienta de pensamiento, y no una demostración de conocimientos.
Copiar a nuestro mayor referente, construir una genealogía personal, pensar en los hitos de nuestra propia historia, son formas de hacer una limpieza general. Son ejercicios complejos, sin duda, porque al dejar que brillen aquellas cosas que tienen más valor en nuestra propia casa estamos resaltándonos a nosotros mismos. En los ejercicios que han enviado y que estuvimos viendo, me queda la sensación -en algunos más que en otros- de que han realizado una primera limpieza, casi como quien pasa revista de lo existente. Queda dar un paso más, que sería quedarse sólo con lo fundamental, asumir que esas cosas (hechos históricos, historias personales, personas fundamentales, objetos imprescindibles) son cosas que nos miran, que nos hablan de nosotros, y nosotros a ellos.
No sirve de mucho enumerar listas de sucesos, o de artistas, si su influencia en nosotros no ha sido radical.
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